El trasplante de órganos es una alternativa terapéutica para todos aquellos pacientes que presentan problemas graves en el funcionamiento de un órgano vital, que se propone con la expectativa de mejorar la calidad de vida. No obstante, este tipo de intervenciones puede generar durante todo el proceso (desde la propuesta del trasplante hasta la adaptación tras el alta médica) importantes efectos psicológicos. Algunos de ellos son:
Fantasías sobre el donante. Tras el trasplante, los pacientes pueden tener creencias y pensamientos muy diversos.
Insatisfacción con la imagen corporal. Algunos trasplantados tienen dificultades para integrar psicológicamente el órgano del donante en su propio cuerpo, de tal forma que perciben el órgano como un cuerpo extraño que introduce en ellos rasgos del donante.
Las complicaciones psicológicas más importantes que podemos encontrar en un trasplantado son las siguientes:
Trastornos del estado de ánimo. Los más frecuentes son los trastornos depresivos puede ser un factor de riesgo para las conductas de no adherencia, las cuales provocan en un alto porcentaje de pacientes el rechazo del órgano.
El trasplante puede desencadenar cambios positivos: aumento de la confianza en las propias capacidades para afrontar adversidades en el futuro, cambios en las prioridades, la filosofía y la espiritualidad que profundizaron el sentido de la vida de las personas trasplantadas y su bienestar subjetivo.
Entre las variables psicosociales más relevantes que influyen en los efectos psicológicos asociadas al trasplante de órganos, podríamos mencionar:
Apoyo familiar. La ausencia de apoyo por parte de la familia aumenta los trastornos psicológicos en los trasplantados y además es uno de los predictores más relevantes en la falta de adherencia terapéutica por parte de los
Expectativas pre-trasplante y post-trasplante. Algunas investigaciones demuestran que los trastornos depresivos son más frecuentes en la fase post- pacientes trasplante cuando los pacientes tienen unas expectativas demasiado optimistas (no esperan tener ninguna complicación física ni psicológica) antes de la operación. Por otro lado, expectativas negativas hacia la enfermedad (por ejemplo «me siento agotado y muy débil por mi enfermedad y hay veces que no sé si realmente seré capaz de superarlo») tras el trasplante también incrementan la sintomatología ansiosa y depresiva.
En estrecha relación con las expectativas hacia el trasplante aparece el tema de las motivaciones para el trasplante. Así, por ejemplo, existe cierta evidencia de que los pacientes que tienen razones positivas para desear más tiempo de vida (por ejemplo, para hacer algo que tienen pendiente) tienen mayor calidad de vida tras el trasplante que aquellos pacientes que sienten que ya han hecho en la vida todo lo que querían.
Estrategias de afrontamiento. En líneas generales, las estrategias de afrontamiento aproximativas (por ejemplo, buscar y recibir información relacionada con la salud) en comparación con las evitativas se asocian a una mayor adaptación psicológica por parte de los trasplantados.
El desafío de todo el equipo de salud frente a los trasplantes de órganos consiste en extremar las medidas para que tan compleja intervención sea exitosa, no sólo desde el punto de vista anátomo – fisiológico, sino también psicológico y subjetivo.
Conocer algunos aspectos de la vivencia subjetiva del paciente puede colaborar en ese sentido. En definitiva, la mejora en la calidad de vida del paciente trasplantado sólo puede surgir si se lo aborda de manera integral e interdisciplinaria.