El trasplante, una práctica médica de alta tecnología, consiste en la sustitución de un órgano, tejido, células o partes anatómicas enfermas o dañadas, para la sobrevivencia o la mejoría de la calidad de vida de una persona.
Actualmente, ante el fallo funcional irreversible terminal, se trasplantan los siguientes órganos: corazón, hígado, riñón, páncreas (en este caso se considera que son trasplantes electivos pues existen métodos sustitutivos, paliativos, tales como la diálisis en el caso del riñón), pulmón e intestino. También se trasplantan, en una lista que se va acrecentando, tejidos, células progenitoras y partes del cuerpo: piel, huesos, córneas, válvulas cardíacas, médula ósea, ligamentos, cartílagos, cara, mano, brazos, laringe, pene y útero.
La trasplantología moderna tuvo sus inicios a principios del siglo XX. El primer trasplante renal exitoso en el mundo lo realiza Murray en 1954 con dos hermanos gemelos, cuya condición de idénticos fue lo que permitió superar los problemas de histocompatibilidad causantes del rechazo de los órganos.
El trasplante puede hacerse mediante una donación cadavérica o de un donante vivo, según se tengan vínculos genéticos y/o emocionales, o no se tengan vínculos (donante anónimo)
El proceso de trasplante
El trasplante de órganos excede enormemente al acto quirúrgico. Habitualmente se habla de un proceso de trasplante en el que se reconocen tres etapas: el pre trasplante (comprende el diagnóstico, la indicación y la lista de espera), el trasplante propiamente dicho y la hospitalización, y el post trasplante.
Los pacientes que tienen esta indicación deben realizar una completa y compleja evaluación médica, psicológica y social en la que participan multidisciplinariamente distintas especialidades, que concluirá con la aptitud si los beneficios superan los potenciales riesgos.
Los órganos disponibles son asignados por el INCUCAI de acuerdo a diversas condiciones y reglamentaciones nacionales y regionales.
Los pacientes, para su propio contralor y para asegurar la transparencia, pueden acceder al registro de pacientes en listas de espera (denominado SINTRA)
Después de la cirugía, en la internación, el paciente deberá sortear las potenciales complicaciones clínicas, recibirá la medicación inmunosupresora para evitar el rechazo del órgano, etc. Al alta hospitalaria deberá mantener de por vida la ingesta de los fármacos, controles médicos de rutina, implementar cuidados de salud, dietarios, de higiene, de infecciones, etc.
La falta de adherencia a las indicaciones y cuidados puede poner en riesgo el trasplante y la vida misma.
Aspectos psicológicos del proceso de trasplante
El pre trasplante: el diagnóstico y la indicación de trasplante. El diagnóstico de una enfermedad irreversible terminal pone a la persona que la padece en un contacto directo con su vulnerabilidad y la finitud de la vida. Por ello habitualmente se genera un importante impacto emocional y se presentan las clásicas reacciones frente a la muerte: negación, ira, depresión, pacto y aceptación, a lo largo del proceso.
Miedos, temores e incertidumbres, tristeza, angustia y depresión son reacciones habituales, pero también existe la esperanza, que suele ser el sostén en el que se apoyan el paciente, la familia y el equipo médico; vivencia resaltada por los profesionales de salud mental cuando hacen sus intervenciones.
La esperanza no implica negar la realidad dolorosa y penosa que se atraviesa ni tampoco fomentar expectativas mágicas ni falsas, es simplemente saber y esperar que algo (la “llegada” del órgano) puede efectivamente suceder.
El pre trasplante: la lista de espera. En el caso de los receptores que tienen familiares y allegados que se ofrecen como donantes vivos, las cirugías son programadas. Pero en el caso de la donación cadavérica el tiempo de espera es indeterminado, no es programable, a lo sumo puede ser algo estimable, pero nunca es certero.
Los miedos a la cirugía en sí misma, a la anestesia, al dolor, a las secuelas, etc., suelen estar presentes, y en algunos casos llevan a que algunos pacientes refieran que no quieren trasplantarse. Estos miedos, cuando hay una información y un procesamiento adecuados, suelen quedar minimizados ante el riesgo mayor de la muerte en el caso de no trasplantarse.
En algunos pacientes puede haber sentimientos de culpa por estar a la espera de un órgano, pues el hecho de que ello implica necesariamente la muerte de alguien.
Las fantasías sobre quién será el donante, su edad, sexo, causa del fallecimiento, empatía con el estado de duelo del grupo familiar, etc. suelen conjugarse y dificultar el proceso de aceptación de la donación y el trasplante. Es muy importante que, en caso de detectarse estos sentimientos, se facilite su explicitación y, eventualmente, puedan ser abordados terapéuticamente.
En este contexto de desconfianza y temores se incluyen también los mitos urbanos en relación al trasplante (robo de órganos, dejar morir personas a propósito para obtener órganos, etc.)
El trasplante propiamente dicho y la hospitalización. La cirugía del trasplante es compleja, es diferente acorde a las peculiaridades de cada órgano, e interviene en ella un nutrido grupo de profesionales. Luego de la misma el paciente suele tener una estadía en terapia intensiva/unidad coronaria y a posteriori pasa a piso.
El tiempo de internación dependerá de la evolución particular de cada receptor, habitualmente es entre 15 días y 30 días, transcurridos los cuales el paciente tendrá el alta con egreso a su domicilio.
El principal temor de esta instancia, y no infundado, es al rechazo del órgano y las complicaciones que puedan aparecer, y a veces reiterarse y prolongarse. Es importante que el paciente pueda tolerar estos avatares sin abatimiento, luchando contra el cansancio y el agotamiento que generan las internaciones prolongadas
Desde el punto de vista emocional se transita el proceso de la aceptación y la incorporación del órgano ajeno que se ha recibido y que requerirá ser sentido como propio.
El post trasplante. Es el período de la rehabilitación y de la reinserción al hogar, a las tareas cotidianas, a la vida social. Es una etapa de adaptación a las nuevas condiciones, de reacomodaciones, de cambios y modificaciones de hábitos y estilos de conducta y de vida. Se da inicio a la recuperación psicofísica y social.
Si el trasplante es exitoso desaparecen los síntomas otrora invalidantes.
En los primeros meses deberá mantenerse cercano al centro de trasplantes por los controles periódicos, que luego y progresivamente se harán más espaciados.
La adherencia a las indicaciones en lo que respecta a la ingesta de la medicación, controles, dieta, cuidados de higiene, etc., es sustancial, y deberá mantenerse con diversos grados de intensidad a lo largo de toda la vida.
La falta de adherencia puede provocar la pérdida del órgano, por lo que es una problemática preocupante.
La vida familiar suele retomarse con cierta regularidad, la situación vivida permite que se reformulen proyectos y modos de vida, que se afiancen lazos, que se valoricen vínculos.
Si este proceso se da adecuadamente, contribuye a la calidad de vida, resulta satisfactoria en las diversas áreas que la constituyen: física, psíquica, reintegración social y general.